LA NOCHE EN LA QUE TODOS NOS SENTIMOS HINCHAS

LA NOCHE EN LA QUE TODOS NOS SENTIMOS HINCHAS Prensa COA / ENARD

Era imposible resistirse. Cuando se abrió una de las puertas principales de la Casa Argentina, pasadas las 22,30, comenzó a sonar el “We are the champions” de Queen, e hicieron su entrada triunfal ellos, los muchachos que un rato antes nos habían dado a todos los argentinos la inmensa alegría de obtener la tercera medalla de oro para la delegación albiceleste en el Centro Olímpico de Hockey de Deodoro, la gente empezó a entonar un himno que nació ayer, precisamente en el momento en que se logró la hazaña de igualar la cantidad de preseas logradas en Ámsterdam 1928, Los Ángeles 1932 y Londres 1948: “Son de oro, los chicos son de oro… Los chicos son de ooorooo”.

 

 

Familiares de los deportistas, periodistas, dirigentes deportivos. Todos, absolutamente todos, no pudieron resistirse a la pasión de sentirse hinchas. Al menos por un rato. Y se sumaron al recibimiento. Todo era felicidad, todo era emoción. Hubo lágrimas, pero de alegría. Los Leones también se emocionaron. Se sintieron como en Buenos Aires, como en el Obelisco después de las grandes hazañas del deporte argentino. Y aunque sea una pequeña réplica, el Obelisco estaba ahí, en el centro de la Casa Argentina, siendo testigo de la gloria que ellos mismos habían conseguido, de una de las páginas inolvidables de nuestro deporte que ellos ayudaron a escribir.

 

El “We are the champions” volvió a sonar un rato después. Las cámaras apuntaron otra vez a la puerta de ingreso. Y en esta oportunidad los que entraron fueron otros medallistas dorados: Santiago Lange y Cecilia Carranza.

 

Un rato después, Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino, convocó a los deportistas al centro del salón e inmediatamente ingresó una torta, con 25 velitas, junto a varias botellas de champagne. Los Leones le cantaron el “Feliz cumpleaños” a Joaquín Menini, quien jamás olvidará el regalo que recibió en su primera participación olímpica. Y el champagne cayó en forma de lluvia, como en los podios de los Grandes Premios del automovilismo.

 

Whertein le pidió a Lange que sea el encargado de pronunciar unas palabras. El hombre que se convirtió en ejemplo de vida, al demostrar que los momentos difíciles pueden superarse, y que la vida misma los convierte en momentos más prolongados de felicidad (vaya si Santiago lo sabrá: acaba de ganar su primera medalla de oro y de ser testigo del diploma olímpico que consiguieron sus hijos, en la primera experiencia olímpica, y en el deporte que él les enseñó a amar) tomó el micrófono y nos volvió a emocionar.

 

“Hace muy pocas horas me emocioné mucho con el retiro de “Manu” Ginóbili, el símbolo de una Generación Dorada de nuestro basquetbol. Y hoy me volví a emocionar con ustedes. Mi deseo es que así como Ginóbili y sus compañeros marcaron el inicio de una Generación que le dio las más grandes alegrías a nuestro país en su deporte, ustedes hayan marcado hoy el inicio de la Generación Dorada del hockey sobre césped masculino”, dijo el campeón olímpico de la clase Nacra 17 de vela, ante el aplauso de todos.

 

El grupo “Sin ensayo, que siga la fiesta” cerró la noche con su alegre y contagiosa música, que provocó que los deportistas ganaran la pista para demostrar que no sólo son hábiles jugando al hockey, sino también en el baile. Fue una noche de felicidad. Una noche en la que todos nos sentimos hinchas. Y eso es mérito de Los Leones, que volvieron a poner al deporte argentino en la consideración del mundo olímpico, igualando las mejores marcas históricas en la cosecha de medallas doradas.