BOTANA - RENOSTO: UN AMOR QUE SE ALIMENTO EN EL AGUA

Una charla íntima con Renosto y Botana. Una charla íntima con Renosto y Botana. Prensa COA

Cupido los flechó hace más de 20 años. Aquel amor a primera vista, como ambos lo reconocen, nació y creció gracias al deporte. Más precisamente al esquí náutico, una disciplina que heredaron de sus padres. Hoy, producto de ese amor entre Lorena Botana y Jorge Renosto (h), nacieron dos miniesquiadores que, si se cumple aquello que “de tal palo, tal astilla”, seguramente darán mucho que hablar en el futuro: Tomás, de 7 años; y Delfina, de 4.

 

“Todo comenzó allá por el 84 o el 85. Yo tenía 10 u 11 años y llevaba uno compitiendo. Un buen día apareció Lorena, acompañando a sus padres que competían. Me gustó de movida, hubo flechazo a primera vista”, cuenta Jorge, y Lorena asiente:“A mí me pasó lo mismo. Ni bien lo vi, me gustó. Y hoy llevamos ocho años y pico de novios, y otros trece de casados”.

 

 

Jorge comenta que “en nuestro deporte los campeones argentinos largan último. Yo era campeón argentino en Sub 14 y Lorena era la única representante internacional en la suya, por lo que largábamos casi juntos, en el canal aliviador de la pista de esquí”. Lorena agrega que “aprovechábamos para quedarnos juntos. Nos tocó crecer juntos en el deporte y eso nos ayudó mucho como pareja y como esquiadores”.

 

“Siempre es bueno que haya alguien que te apoye en el deporte. En nuestro caso tenemos casi una hora y media de viaje desde casa a la pista de entrenamiento. Vivimos en la Zona Norte y entrenamos en Canning”, afirma Lorena. Y Jorge profundiza:“Este deporte es muy duro, muy sacrificado. Por los entrenamientos, y mucho más cuando, como en nuestro caso, viene los hijos. Por suerte, a nuestros chicos les gusta mucho el esquí y ya empiezan a practicarlo”.

 

En cuánto a la manera de educar a sus hijos, Jorge se empeña en remarcar que “tratamos de inculcarles los valores del deporte amateur. Es muy importante para la formación de los chicos, para hacerlos sanos. Por ejemplo, Lorena y yo no tomamos ni fumamos”. Lorena sostiene que “esa manera de criarlos viene de lo que hicieron con nosotros nuestros padres. Mi papá, por ejemplo, siempre quiso lo mejor para sus hijos, nos inculcó el amor por el deporte. Uno de mis hermanos fue medallista en Winnipeg. Otro de sus sueños era tener un lago propio y hoy estamos desarrollando un proyecto familiar en Ezeiza”.

 

Los hijos es un tema muy importante para ellos. Se transforman cuando hablan de Tomás y de Delfina. Lorena dice que “a veces tenemos que luchar para alejarlos de la play, de los jueguitos y de la computadora. Es bueno dejarle un mensaje a los padres: que traten de que sus hijos hagan deporte, y que los acompañen siempre. Mis hijos no sólo hacen esquí náutico, hacen otros deportes, y los llevo, los espero, estoy. Hay padres que los dejan y se van. Y el chico espera una mirada, un gesto de apoyo, de su padre o de su madre”. Jorge agrega: “Los chicos que empezaron con nosotros y venían con sus padres, hoy siguen compitiendo. Los que no tuvieron ese apoyo, hoy abandonaron la actividad”.

 

No todo es color de rosa en la vida de un deportista. Para ejemplificarlo, Lorena cuenta que “en nuestra época competíamos con esquíes de madera, tenía que ponerme medias porque éstos me quedaban grandes, y la corriente del río nos llevaba las boyas. Por suerte, mis hijos y las nuevas generaciones ya no tienen esos problemas. No sé si es bueno o es malo. No tener esas ventajas ayuda a esforzarte más, pero tenerlas colabora en el nivel que se puede alcanzar”.

 

A la hora de las anécdotas, y luego de recordar al unísono que el primer Panamericano de ambos fue en 1995, y que los dos obtuvieron medallas, Jorge es quien toma la iniciativa: “Hace dos años, en Latinoamericano de Lima (Perú), Lorena estaba por subir a la lancha que la llevaba a la largada y a Delfina le agarró un ataque de llanto al ver que su mamá se iba. Hubo que llevarla hasta la lancha para calmarla”. Lorena, emocionada, agrega: “Estaba muy concentrada en lo mío, pero escuchaba los gritos. Estamos muy acostumbrados a compartir la lancha con los chicos, y al llegar a ella Delfina se calmó. Por suerte no me afectó y me traje la medalla de oro”.

 

Al hablar del apoyo que reciben, no pueden dejar de recordar que “empezamos a cobrar una beca de 400 pesos, a los 18 años, previo a competir en los Panamericanos de Mar del Plata. Hasta entonces el Comité Olímpico era algo muy lejano a nosotros. Veíamos lo que pasaba en otros países y nos preguntábamos cuando podríamos llegar a tener el apoyo que sus atletas recibían. Hoy la situación cambió notablemente. Desde la creación del ENARD, el apoyo es impresionante. Hay chicos de 13 o 14 años que reciben una beca a los jóvenes talentos. Y desde la aparición de Gerardo Werthein, el atleta pasó a ocupar un primer plano para el Comité Olímpico. Hoy, el ENARD, el Comité Olímpico y la Secretaría de Deporte apoyan en serio. Lo que le envidiábamos a las grandes potencias, hoy lo estamos disfrutando”.

 

En la despedida, Lorena confesó que “quizá éste sea mi último Suramericano, así que voy a dejar todo para llevarme una medalla”y Jorge agregó que “al igual que todos los atletas que estamos en Santiago, prometemos hacer el máximo esfuerzo para lograr la mayor cantidad de medallas posible”.

 

Ver la charla completa en los videos.