Matías, nacido en Curitiba, Brasil, y nacionalizado argentino (es hijo del famoso jinete Justo Albarracín), había sido séptimo en la tercera ronda individual y había quedado vigésimo cuarto en la general, entre los 35 jinetes que pasaron a la final. Hoy cumplió sin errores y sólo con una penalidad por tiempo su primer recorrido sobre 17 obstáculos.
El primer lugar fue para el británico Nick Skelton, seguido por el australiano Edwin Tops-Alexander.
El jinete que no estuvo en Beijing 2008 y Londres 2012 por lesiones de sus caballos y que es el único que sigue en carrera en la final olímpica de salto, bajo el implacable sol de Deodoro dijo que “me sentí muy cómodo. Este caballo (Cannavaro, cuyo dueño es José Larocca, otro integrante del equipo argentino) me da una paz interior que me ayudó muchísimo. El primer salto siempre es el más difícil, porque cuando llegás a la final ya sabés con qué te vas a encontrar; con el caballo nos fuimos agrandando juntos. Llegamos entre los más débiles y ahora estamos en la final. Es maravilloso”.