Desde instrumentos específicos de sus disciplinas, hasta viajes a cada rincón del mundo para lograr el roce internacional tantas veces impedido por falta de recursos, y pasando por una notable mejora en las becas.
Algunos alcanzaron los objetivos, otros los superaron y otros estuvieron por debajo de las metas prefijadas. Los que vencieron lo hicieron porque fueron mejores y estaban preparados. A los que les tocó perder fue porque sus rivales fueron mejores o no estuvieron a la altura de las circunstancias el día más importante de sus carreras deportivas, ese que llega cada cuatro años con la cita olímpica.
Después de semejante impulso económico, sólo un paso más le queda al alto rendimiento argentino: asumir la responsabilidad que esta inversión demanda. El dinero que sostiene al deporte amateur se genera en el presupuesto del Estado y en el pago obligatorio de cada persona que posee una línea de telefonía celular. Todos aquellos que aportan merecen respeto.
Cada atleta debe saber que tiene que rendir cuentas con su trabajo por la ayuda que le brindan. Y cada dirigente tiene que saber que si hay “dinero fresco” no es para corregir deudas del pasado o beneficiar a aquellos con los que se tiene una afinidad. La plata debe ser dirigida exclusivamente a los que la merecen.
Es necesaria una reevaluación seria de cada atleta, cada entrenador y cada programa de preparación rumbo a un nuevo ciclo olímpico. Tras décadas de carencias, se llegó al momento más esperado. Y habrá que ser rigurosos para no desperdiciar esta fantástica oportunidad.
Juan Manuel Trenado
Diario La Nación