“Ser olímpico”

Acompañar el sueño olímpico de los deportistas argentinos en nuestra condición de periodistas es ciertamente un verdadero privilegio. Esta profesión apasionante me permitió ser parte en dos ocasiones del máximo encuentro deportivo y cultural del mundo en un contexto único en el que se experimentan las más intensas emociones. Durante un par de semanas, la sensación de igualdad y confraternidad entre las naciones invade cada rincón de la ciudad anfitriona convirtiendo a los Juegos Olímpicos en un hecho magnificente con una atmósfera inigualable.

En Beijing 2008 me deslumbré con la grandilocuencia de sus mega estructuras y redescubrí el concepto de la paciencia al entrar en contacto con su gente, tan amable y hospitalaria como indescifrable. Y en Londres, disfruté de una ciudad deslumbrante, intensa y organizada en la que sus habitantes me enseñaron el inconmensurable valor del trato respetuoso entre las personas.

Cada lugar de la capital británica tiene su magia. Cada momento encierra algo especial y diferente que lo hace único. Pero en los grandes puntos de interés turístico hay algo que es común a cada paso: el desborde. Sin embargo, en la mentalidad inglesa cada cosa siempre tiene que estar en su sitio y nadie se anima a desafiar las reglas. Eso hace que dentro de la vorágine de una ciudad frenética, el movimiento diario se desarrolle organizadamente en una mezcla rara de desorden controlado y vértigo moderado.

Los ingleses tienen gran respeto por sus normas y se esfuerzan con cordial firmeza para que todos las cumplan. No estaría mal si no fuese que en muchos casos la rigidez de algunas reglas las convierte en absurdas. Lo cierto es que, nos guste o no, una ciudad que fue “invadida” por miles y miles de turistas por los Juegos Olímpicos supo adaptar semejante oleada de visitantes al incesante movimiento habitual de su gente, sus buses rojos de doble piso, sus taxis negros y sus bicisendas con veloces ciclistas que interactúan constantemente en una coordinación inexplicable. Todo al mismo tiempo y todo el tiempo. Una experiencia que merece ser vivida.

Hace 10 años que viajo por el mundo cubriendo la participación de la selección argentina de básquetbol en mundiales, premundiales y preolímpicos, además de las finales de la NBA y All Star Game con presencia argentina, pero nada tiene comparación con el acontecimiento sublime que significan los Juegos Olímpicos. 
Beijing 2008 significó poder contar en vivo desde China para Mar del Plata la consagración del ciclista Juan Curuchet como campeón olímpico, el logro más importante del deporte de la ciudad. Un hecho tan destacado como aquel, no pudo repetirse en Londres, pero como cada cita olímpica tiene un brillo distinto, también nos llenó de orgullo a los marplatenses el cuarto puesto de Cristian Rosso en remo, el esfuerzo de Marita Peralta en su maratón y la tarea de los cinco representantes de Peñarol (Marcos Mata, Facundo Campazzo, Leo Gutiérrez, Martín Leiva y Sergio Hernández) que integraron la Generación Dorada.


Cubrir Juegos Olímpicos para una periodista independiente del interior implica una minuciosa organización previa que demanda casi el mismo tiempo que se toma un deportista para llegar a la máxima cita del deporte mundial.

Desde los fuegos artificiales de la ceremonia de clausura de Beijing 2008 estaba en mi mente Londres 2012 como gran objetivo. Aunque sabía que el calendario internacional de básquet me deparaba otras experiencias alucinantes, que también pude encarar con mucho sacrificio, como el Premundial de Puerto Rico en 2009, el Mundial de Turquía en Kayseri y Estambul en 2010, el Juego de las Estrellas de la NBA con Manu Ginóbili en Los Ángeles en 2011 y el Preolímpico en mi propia ciudad en ese mismo año, ya tenía en claro que llegar a Inglaterra para cubrir mis segundos Juegos Olímpicos iba a exigir una dedicación especial durante largos cuatro años de preparativos.


La apuesta es fuerte. Nunca un periodista es el mismo después de cubrir Juegos Olímpicos. Hay exigencias de horarios y distancias, mucho uso de la intuición, pocas horas de descanso, hay que asimilar otro idioma y estar listo para afrontar situaciones inesperadas y saber resolverlas. Semejante movida requiere de mucha determinación, antes y durante. Cuesta mucho, pero vale la pena. Es difícil encontrar una explicación concreta de lo que representa “ser olímpico”. Pero no hay mucho tiempo para analizarlo. Nos espera Rio 2016 y hay mucho que hacer.

 

Florencia Cordero

Radio AM 1620

 

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