Esta actuación de Borelli sólo registra un antecedente que la supera en la historia de las maratonistas argentinas en los Juegos: la de Griselda González, que fue decimonovena en Atlanta 1996; aunque su tiempo, en esa oportunidad (2:35:12), no llegó a superar al que hoy establecieron la marplatense ni Ocampo.
Poniendo punto final a una tradición que duró más de 40, en los que el maratón masculino era el encargado de ponerle punto final a los Juegos, esta vez fue el femenino el que lo hizo. De esta manera se buscó, por un lado, demostrar que París 2024 tuvo a la igualdad de género como uno de sus pilares fundamentales (fue el primer Juego en el que compitieron la misma cantidad de hombres que mujeres), y, por otro, se le rindió un merecido homenaje a las a las mujeres que se manifestaron durante la Revolución Francesa, utilizando para la competencia el mismo trayecto que ellas recorrieron en 1789.
La prueba siguió los pasos de aproximadamente 7.000 mujeres parisinas que marcharon de París a Versalles el 5 y 6 de octubre de 1789 para exigir pan y armas, frente al majestuoso palacio del Rey Luis XVI. Ante el reclamo por la falta de harina y trigo para preparar pan se dice que la reina María Antonieta habría referido la frase “Que coman pasteles” («Qu'ils mangent de la brioche»).
Iniciando en el Hotel de Ville y finalizando en la Explanada de Los Inválidos, frente a la tumba de Napoleón, la prueba se extendió sobre una distancia de 42,195 kilómetros, y pasó por varios lugares emblemáticos como la Ópera de París, la Plaza de la Concordia, el Grand Palais, el Louvre, el Palacio de Versalles y, por supuesto, la Torre Eiffel, entre otros.
El recorrido incluyó un agotador ascenso de 438 metros, una complicada prueba de resistencia que los organizadores describieron orgullosamente como “un reto sin precedente”.