Lauro ya había sorprendido a primera hora cuando logró la clasificación para la final olímpica, con un registro de 20m 75c., por primera vez en la historia para un argentino en el especialidad.
Por entonces, ya había logrado superar su marca nacional, que era de 20m 43c y la había establecido este año en dos oportunidades: en Mar del Plata y en San Fernando (España). Luego, por la tarde, siguió sorprendiendo a propios y extraños. Se dio lujo de llegar hasta el último lanzamiento, batir dos récords más y quedar sexto en unos Juegos que el atleta nacido en Trenque Lauquen no olvidará jamás.Llegó entre los 12 mejores de la especialidad a la final y en el primer corte –los tres primeros lanzamientos– batió nuevamente el récord argentino con 20m. 82c. y se metió así entre los mejores seis para luchar por medallas.
En el tiro siguiente, para dejar en claro que estaba en su día, marcó 20m. 84c. y su cara se iluminó de felicidad. Sin perder de vista la realidad, que lo mostraba muy por debajo de los mejores del mundo, su obsesión fue superarse a si mismo y lo logró.
Lauro es el fiel ejemplo que muchas veces una medalla es un premio extra, pero que el gran sueño de un deportista amateur es llegar a la cita más importante y superar sus propias marcas.