Buenos Aires, febrero de 1951.
Señor
ENRIQUE MOREA
Presente
Amigo deportista:
Como usted he sido joven y he sido deportista, por eso puedo escribirle como compañero y como argentino.
Defender los sagrados colores de nuestra bandera en una justa deportiva presupone el mismo honor y el mismo sacrificio que hacerlo en cualquier otra ocasión. A la Patria se la defiende de una sola manera: con toda el alma, con toda la vida.
Recuerde compañero que en esa defensa usted es la síntesis de todo un pueblo. Es la expresión del poderío físico y espiritual de ese pueblo y de su raza. En usted estarán puestos los ojos y el corazón de todos los argentinos, y de usted depende su alegría, su satisfacción o su tristeza.
En los deportes como en todas las cosas de la vida, se vence con la cabeza, se llega con el corazón y se llega aún más allá con la voluntad tenaz e inflexible de vencer. El cuerpo y su entrenamiento hacen el resto.
Recuerde también que con el prestigio argentino defendemos el honor común que es nuestro sagrado patrimonio. El nos obliga a vencer, pero a vencer bien. Un deportista que es capaz de vencer debe saber también perder. En ambos casos con honra.
Ponga su fe en el éxito; persevere en prepararse, llame hasta la última reserva de su voluntad para ponerla en la prueba y espere confiado en la suerte que le auguro y no ha de faltarle si se ha preparado bien física y espiritualmente para luchar.
Un gran abrazo.
Juan Perón