Ese no fue el único incidente que se vivió en St.-Étienne. Durante el partido hubo varias invasiones esporádicas del público que, sumado a las reiteradas caídas de los jugadores marroquíes, obligaron a añadir 16 minutos en la segunda mitad.
Hubo una invasión de campo multitudinaria por parte de los aficionados marroquíes, con una importante colonia en la ciudad, que eran mayoría en las tribunas. Las fuerzas de seguridad no dieron a basto para controlar la invasión.
El árbitro Nyberg optó por mandar a los jugadores a vestuarios por seguridad.
Parecía que el partido había terminado... pero no. Según un directivo, “quedaban aún entre 4 y 5 minutos por jugarse”. Nyberg quería reanudar el partido, pero los futbolistas se negaban por su propia seguridad. Desde los altavoces del estadio se invitaba al público a abandonar las tribunas.
Lo peor y lo más insólito estaba por venir. Dos horas después, se anunció que se anulaba el 2-2 de Argentina. El VAR había dictaminado un fuera de juego de Amione en la jugada previa al gol de Medina. Papelón histórico.
Los jugadores, finalmente, regresaron al campo dos horas después. Ya a puerta cerrada. El árbitro cumplió con el protocolo, se acercó a revisar el VAR y anuló el gol. Se completó el tiempo adicionado y el marcador no se modificó. Ganó Marruecos, pero el resultado pasó a un segundo plano. La pelota quedó manchada, como diría Diego Maradona.