En cuanto a las sensaciones previas a la competencia, comentó que “antes de llegar al circuito iba viendo algún tipo de señales; traté de no prestarle atención, pero las veía igual. Cuando entramos al entrenamiento me sentí mucho más prolijo, más limpio, de lo que entramos ayer a las clasificaciones. Y sentía muchísimos menos nervios que ayer. Eran buenos síntomas. Y a la hora de la competencia tomamos la estrategia que habíamos planeado anoche. Logramos completarla y por suerte funcionó”.
Estos XXXIII Juegos Olímpicos – París 2024 quedarán grabados para siempre en la retina de “Maligno”, como también quedarán todos los momentos que vivirá en estas horas. Como, por ejemplo, la ovación que recibió de sus pares, los deportistas, cuando llegó al edificio argentino en la Villa Olímpica.
Sobre eso también habló: “cuando pasamos el puente que nos lleva al edificio argentino, al entrar a la Villa, vi que se habían juntado muchos argentinos. De pronto me di cuenta de que me estaban esperando y no lo podía creer. Debo ser muy sincero: en un momento se me cruzó por la cabeza volver a salir de la Villa, esperar que pase el tiempo para entrar pasando lo más inadvertido posible. No porque me moleste tanto afecto, sino porque soy muy vergonzoso”.
Y agregó que “fue muy reconfortante verlos a todos, valorando el esfuerzo que uno hace. Yo que soy nuevo en el mundo olímpico ahora comprendo mejor todo el esfuerzo que realizan ellos primero para llegar a los Juegos y luego por dejar lo mejor en cada competencia. Siento que con esta medalla puedo haber representado un poquito a quienes ya compitieron y quizá merecieron haber tenido mejor suerte de la que tuvieron. El deporte es así, a veces se gana y otras se pierde. Hay que estar preparado para las dos cosas. Quiero repetir hasta cansarme que esto muy feliz y agradecido con todos los deportistas que se acercaron a saludarme”.
“Maligno” es muy familiero, reconoce permanentemente el esfuerzo que hicieron sus padres para que él y Francisco, su hermano mellizo, pudiesen hacer deporte. Por eso era inevitable la pregunta acerca de si ya se había comunicado con sus seres queridos: “Mi teléfono está explotado. Todavía no pude leer los mensajes, pero sí alcancé a ver que hay muchísimos. Ni bien terminó la prueba, algunos medios trataron de ponerme en contacto con mi familia, pero la comunicación estaba rara, nos superponíamos. Fue todo muy rápido, pero seguramente ahora que termine de cumplir con todos los compromisos voy a poder charlas más tranquilo con ellos. Aún sin hablar sé perfectamente que deben estar tan contentos o más que yo”.